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viernes, 15 de junio de 2012

El cuerpo y su lenguaje. El lenguaje en el cuerpo

Pues bien, lo hice. De adolescente siempre está la curiosidad de ¿qué se sentirá tener un tatuaje? y si lo tuviera ¿dónde lo tendría? pero bueno, son de esas cosas que se quedan entre los escombros de la construcción de la vida adulta.

Sin embargo -y lo saben quienes han leído este blog- el año pasado llegó a mi vida un terremoto que arrasó con todo. Murió mi tía Rosa y mi abuelo Mariano. Se fueron con 2 meses de distancia, ella en abril, él en junio. Y fue el año más difícil de toda mi existencia. Poco a poco he ido saliendo del hoyo depresivo tan profundo en el que me sumí. Es por eso que necesitaba algo que simbolizara todo esto. Quizá hay más formas, pero yo sentí que ésta era la mía. Así que me armé de valor y hoy por fin, fui a tatuarme. Son unas alitas y en medio -en el cuerpo, por llamarlo de algún modo- las iniciales RM. Las suyas. Las mias. Porque yo llevo su nombre, yo me llamo así por ellos y gracias a ellos. Me las puse en la espalda.

¿Pero porqué un tatuaje? Necesitaba algo que me marcara. Yo no soy la misma desde que se fueron, no puedo ni quiero serlo. Tenía que hacer visible esa diferencia, ese cambio. Y sabía que tenía que ser así, llevarlos en la piel, con todo el dolor que conlleva. Dejarlos ir a cambio de que se queden para siempre conmigo. Que me cuiden las espaldas, pero más que ángeles guardianes, introyectarlos, hacerlos míos, guardar todo lo bueno que me dieron ya que gracias a eso no me desmoroné cuando murieron. En la espalda que tantas veces me rascó mi tía Rosa cada vez que me angustiaba, que no podía dormir, que necesitaba cariño, amor, desde bebé hasta hace tan poco. En la espalda que me recuerda a la espalda llena de lunares de mi abuelo, esa espalda que fue lo suficientemente fuerte para soportar tantas dificultades.

Con cada pinchazo lloraba a mares. No dolió tanto (no después de haber soportado depilación con cera en todo, todo el cuerpo). Era más bien un llanto catártico, esas últimas lágrimas de dolor por ellos. Porque para ellos van dedicadas. Porque les he llorado hasta vaciarme. Me siguen haciendo falta, siempre será así, pero la cicatriz ya está terminando de cerrar. Y se convertirá en eso, en una marca.

No creo que me haga otro. Hasta ahorita siento que por muchas dificultades -o por muchas alegrías- nada va a ser tan significativo como la muerte de Rosa y Mariano. Y Rosa Mariana -o sea yo- seguirá adelante.

lunes, 11 de junio de 2012

Mi dolor


Conozco perfectamente mi dolor:
viene conmigo disfrazado en la sangre
y se ha construido una risa especial
para que no pregunten por su sombra.
Mi dolor, ah, queridos,
mi dolor, ah, querida,
mi dolor, es capaz de inventaros un pájaro,
un cubo de madera
de esos donde los niños
le adivinan un alma musical al alfabeto,
un rincón entrañable
y tibio como la geografía del vino
o como la piel que me dejó las manos
sin pronunciar el himno de tu ancha desnudez de mar
Mi dolor tiene cara de rosa,
de primavera personal que ha venido cantando.
Tras ella esconde su violento cuchillo,
su desatado tigre que me rompió las venas desde antes de nacer
y que trazó los días
de lluvia y de ceniza que mantengo.
Amo profundamente mi dolor,
como a un hijo malo.

  Roque Dalton