el que busca encuentra

viernes, 27 de abril de 2012

El puente del arcoiris

Hay un puente que queda entre el Paraíso y la Tierra, y se llama Puente del Arco Iris.
 
Cuando un animal que ha sido especialmente amado por alguien aquí en la Tierra muere, entonces va al Puente del Arco Iris. Allí hay valles y colinas para todos nuestros amigos especiales, para que ellos puedan correr y jugar juntos. Hay mucha comida, agua y sol, y nuestros amigos se encuentran cómodos y al abrigo. Todos los animales que han estado enfermos o que eran ancianos, recuperan su salud y vigor; aquellos que fueron heridos o mutilados recuperan lo perdido y son fuertes nuevamente, tal como los recordamos en nuestros sueños de días y tiempos pasados.
 
Los animales están felices y contentos, excepto por una pequeña cosa: cada uno de ellos extraña a alguien muy especial, alguien a quien tuvo que dejar atrás. Todos corren y juegan juntos, pero llega un día en que uno de ellos se detiene de repente y mira a la lejanía. Sus brillantes ojos se ponen atentos; su impaciente cuerpo se estremece y vibra. De repente se aleja corriendo del grupo, volando sobre la verde hierba, moviendo sus patas cada vez más y más rápido. Tú has sido avistado, y cuando tú y tu amigo especial finalmente se encuentran, los dos se abrazan en un maravilloso reencuentro, para nunca separarse de nuevo. Una lluvia de besos cae sobre tu rostro; tus manos acarician nuevamente la cabeza amada, y puedes mirar nuevamente a los confiados ojos de tu mascota, tanto tiempo apartada de tu vida, pero nunca ausente de tu corazón.
 
Entonces los dos cruzan el Puente del Arco Iris juntos...

Autor desconocido

Mi próxima vida (Por Woody Allen)


En mi próxima vida quiero empezar de atrás para adelante. Comienzas en la muerte y ahí empiezas el camino. Entonces despiertas en un asilo de ancianos y te vas sintiendo mejor cada día. Te expulsan de ahí por ser demasiado saludable y te vas a recoger tu pensión, entonces, cuando empiezas a trabajar, te dan un reloj de oro y te hacen una gran fiesta en tu primer día. Trabajas 40 años hasta que eres lo suficientemente joven para disfrutar tu retiro. Te emborrachas, te vas de fiesta y eres promiscuo hasta que estás listo para ir a la preparatoria. Después, cuando entras a la primaria, te vuelves un niño y juegas, no tienes responsabilidades y te conviertes en bebé hasta ser un recién nacido. Y luego, gastas tus últimos 9 meses flotando en un lujoso spa con condiciones especiales como aire acondicionado y servicio a la habitación, que va creciendo cada día hasta que ¡voila! Terminas en un orgasmo. No tengo más que decir.

martes, 24 de abril de 2012

Lo que estoy leyendo

... bandadas de palomas que hienden los cielos, mujeres que caminan con peroles de aluminio llenos de leche tibia de la cual se desprende un vapor grueso como nieve, viejas locomotoras d piel de carbón y fanales de luz polvorienta que navegan sobre las estelas luminosas que otras locomotoras ya muertas, ya coronadas con guirnaldas de gardenias, ya olvidadas, ya fundidas y refundidas en los viejos hornos y en las memorias herrumbrosas que trazaron hace tantos años como días tiene el invierno sobre los caminos de balastro de grava de río, grava traslúcida, grava húmeda: y con nuestra dos veces labios undosos, una vez lengua bofa y esponjosa, papilas umbrátiles y campanilla viscosa y ensalivada, y con nuestras mil veces cavernas espléndidas, mil veces venas transversadas y un millón de veces nervios lancinantes: con nuestra boca, con nuestra piel, sentirlas, gustarlas, tocarlas, saborearlas y contarlas; en copos nevados y amargos se desborda la espuma, y con nuestra boca, gustarla, gustar la misma boca que gustó José Trigo aquel día o tarde o noche en que llegó jadeante al furgón de la mujer, perseguido, acosado, pero no por primera vez en su vida, porque alguna vez, cuando muy niño, un hombre lo persiguió por los bosques y alguna otra vez, cuando muy hombre, otro lo perseguirá por los campamentos: el mismo que le azuzó a la muerte esa noche en que llegó al furgón de la mujer y la mujer lo esperaba, desnuda en la bañera de aluminio, con los ojos muy abiertos, y esa vez no mirando a ninguna parte y sí mirándolo a él, a él que miraba los trozos de espuma blanca escurrirse por los pechos, resbalar por la ondulada prominencia de su vientre y licuarse en la superficie oscura del agua, sí mirándolo mirándola, con nuestros dos veces iris constelados, mirándola y deseándola, con nuestras mil veces venas transversadas, deseándola y oyéndola, oyendo el murmullo tumultuoso de su aliento, murmullo no de frío, no de miedo, no de amor y sí simple y sencillamente de estar con él, de sentirlo a él, a un hombre a el hombre; con nuestras dos veces pabellones cóncavos retorcidos; el hombre que trepó al furgón, José Trigo, así lo vio una, una que se bañaba presintiendo, creyendo o queriendo creer que él, José Trigo, habría de llegar pronto y una habría de angustiarse...


José Trigo, de Fernando del Paso

sábado, 21 de abril de 2012

El efecto mariposa

Rescate de un pequeño ensayo que tuve que hacer en una clase de psicosomática: 



“Cuando el corazón no llora, lloran los órganos”´
Boris Cyrulnyk


Hasta el momento, esta es la tarea que más me ha costado trabajo realizar, durante el tiempo que llevo en la formación. Por más que lo he intentado, me siento frente a la computadora y no puedo empezar a escribir. Invento mil excusas: tengo algo que hacer que es más urgente, necesito revisar mi correo, voy a ver a Dr. House a ver si me inspiro… burdas justificaciones que ni a racionalizaciones llegan.

Luego pensé: ¿Y si hablo de mis múltiples padecimientos orgánicos?: De mi estreñimiento crónico, desde que tengo como 8 meses de edad, el cual se me quitaba cada fin de semana cuando mi mamá llegaba a Uruapan de Morelia;  de las gripas frecuentes a lo largo de la primaria –y de cómo mi abuela me ponía jitomates asados en las plantas de los pies, como remedio, aunque sigo sin entender muy bien la lógica de tal procedimiento-;  de la colitis nerviosa que padezco desde que entré a la universidad, la cual oscila entre mas-o-menos-bien e hijodesumesientodelach…; sin olvidar la taquicardia extraña que tuve en el último año de la facultad y que así como me la diagnosticaron, por casualidad, en un chequeo de rutina, así se me quitó. En el recuento debería estar también el periodo en el que aumenté como 13 kilos, o cuando se me caía el cabello casi nada más de acercar el cepillo…

Sin embargo no puedo hacerlo porque, en primer lugar, ya de todas (o casi todas) ellas se hablaron dentro de la clase. Segundo: no debería hablar de mí. Y por último, finalmente todas me remiten a lo mismo: a mi condenada aprehensión y ansiedad que poco a poco –y para mi fortuna- estoy identificando y resolviendo. Pero no es fácil, porque vivo corriendo. Entre el tráfico y el siguiente trabajo. En uno de mis intentos por curar mi colitis nerviosa, recurrí a la homeopatía. El tratamiento consistía en tomar cada dos horas 15 gotas de 4 frascos distintos de la siguiente manera: primero el 1, a las 2 horas el 2 y así sucesivamente; el 3 y el 4 se alternaban por días y se tomaban 3 veces al día. Creo que me enfermó más. Y no porque no funcionara, sino porque resultó más estresante tratar de acordarme cual frasco me había tomado, y de encontrar un espacio entre clase y clase para hacerlo, pero no podía, así que se me atrasaba el horario… luego intenté establecer métodos para acordarme que día me tocaba cuál, por lo que empecé a hacer pequeños “rituales” como poner el frasquito en determinado lugar para saber que era el que me tocaba, pero luego ya no sabía si era ese o el otro. Me harté, digo, si tuviera el tiempo y la calma suficiente para poder seguir ese tipo de tratamientos, seguramente no tendría colitis, para empezar. Alcancé a ver que la solución estaba en otro lado. 

 
Dejando de hablar de mí para concentrarme en el tema, recuerdo que en una ocasión una alumna comentaba que cuando tuvo a su bebé, no tenía leche (no puedo acordarme el nombre científico de este trastorno) y que eso le empezó a angustiar mucho porque ella creía que a su hijo eso le iba a hacer mal. Fue entonces que su suegra –ya que ella era huérfana desde niña-  le dijo que ella sabía un remedio que consistía en untarle manteca con azúcar en la espalda y ponerse al sol un rato mientras ella le aplicaba la mezcla. Después de dos días, empezó a producir leche. Con esto que ahora sé, puedo entender que debido a la angustia generada por el parto y las regresiones que acompañan a este proceso, se vio alterada la producción de las hormonas responsables, la prolactina y la oxitocina, como esto generaba a su vez más ansiedad, el círculo se vició. Al recibir el cuidad de una figura materna que la contuviera a su vez para empezar ella a hacer esa función, su ansiedad disminuyó permitiendo que las funciones nerviosas y hormonales lo hicieran adecuadamente.

Lo que me quedó claro al término del seminario es que toda reacción ante algún suceso externo o interno, ya sea adaptativa o inadaptativa pueden dejar trazas de una alteración bioquímica o metabólica que se independiza de la causa y persiste de por vida. Lo cual quiere decir que aunque al principio la causa sea emocional, después se convierte en un problema orgánico, que a su vez, generará problemas emocionales con los cuales lidiar.  

La vida es estresante per se. Sin embargo no todos respondemos del mismo modo al mismo estrés.  La respuesta al estresor no depende de la calidad del mismo cómo cada uno lo percibe a partir del umbral que cada cual tenga (la tolerancia a la frustración, la fortaleza yoica, el control de impulsos, etc.) y esto depende a su vez de las experiencias vividas a lo largo de la existencia de cada uno.

La PNIE nos enseña que lo ideal, entendido esto como un funcionamiento óptimo del organismo con todas sus funciones, sería la adaptación circadiana, metabólica, endocrina y psicológica a cambios permanentes. Pero esta adaptación no es de una vez y para siempre. La fluctuación y la adaptabilidad definen la salud. Por lo tanto, la pérdida de esta capacidad sería la enfermedad.

Sólo en la interacción del hombre biológico, sicológico y social con su medio, se entiende que no hay enfermedades sino enfermos. Es momento de empezar a cambiar nuestra postura frente a aquélla discusión viejísima de la dualidad mente –cuerpo y su unión o desunión. Sólo así podremos realmente hacer un buen trabajo.

jueves, 19 de abril de 2012

A un año

Varias personas me preguntaron hoy que si estaba bien. Hoy se cumple un año de la muerte de Rosa, mi tía-casi-mamá. Desde la semana pasada tenía este día en mente, pero no estaba consciente de lo que se iba a remover. A todos les dije que sí, que estaba bien. Pero no es verdad.

La verdad es que no hay semana que no sueñe con ella. A veces en el sueño ella está bien, sonriente, feliz; otras veces está enferma, le duele su brazo; otros más se trata de alguna situación donde yo estoy consciente que ya no está, que ya se fue. Sigo sintiendo que las cosas no debieron haber pasado así. La vida no es justa. Su ausencia pesa, pesa mucho.

El dolor ha disminuido. Los primeros días costaba incluso respirar. Ahora ha dado paso a la tristeza por saber que aún me faltan muchas cosas por vivir y no estará ella para acompañarme. Y las personas que lleguen a mi vida nunca sabrán porqué ella era tan especial.

Escribir este post es difícil. Divago. Me siento dentro de una bruma. Pero sirva esto para abrir mi corazón y dejar constancia del gran amor que le sigo teniendo y estará por siempre. Te extraño. Y te amo.