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viernes, 18 de abril de 2014

Carta a un destinatario ausente

Tres años ya. No voy a mentir, sigue doliendo, pero ahora duele distinto. Duele ver que el mundo sigue girando aun cuando ya no estás, siguen pasando cosas en todos lados, buenas y malas, y ya no estás para verlo, para comentarlo mientras desayunábamos los domingos, o mientras tomábamos el café los miércoles por la tarde. Duele pensar que ahora voy a conocer gente que nunca te conoció y a la cual me va a costar trabajo explicarle lo importante que eres (me cuesta hablar de ti en pasado) para mí, que las palabras no me van a alcanzar para describirte y transmitirles tu forma de ser, las palabras que me decías cuando estaba triste, tu olor o el color de tus uñas. Duele saber que yo también sigo viviendo, y caminando y no te puedo presumir o pedir consejo o acurrucarme en tu regazo cuando no había otra cosa qué hacer. 

Intento construirte con los pedacitos que tengo en mi memoria, intento pensar qué me dirías por teléfono al contarte que entré al doctorado o que fui a trabajar a otra ciudad, que me robaron el celular o que odio al jefe malvado que tengo. Intento sentir tus manos en mi espalda cuando me siento abatida, cuando necesito consuelo o cuando no quiero ni levantarme porque la tristeza de tu ausencia es demasiado pesada. Y me duele pensar en que llegará el día en que serán más los años que viví sin ti a los que viví contigo, y que son más las personas que no te conocieron a las que sí, porque no quiero que desaparezcas, yo quisiera que todo el mundo supiera de ti, de tu fuerza, de tu inteligencia, de que siempre fuiste el alma de las fiestas y contabas los mejores chistes, de los miles de pretendientes que tuviste y los muchos lugares que visitaste.

Si hay algo que me faltó decirte fue que yo te hubiera querido siempre. De todas formas. Aunque no hubieras pagado ni una de mis miles de colegiaturas, o la fiesta de mi boda, o el enganche de mi carro. Te hubiera querido aunque no me hablaras por teléfono cada semana para preguntarme si estaba bien y si necesitaba algo, aunque no me hubieras comprado cada domingo de desayunar. Porque tú siempre me diste mucho más que dinero. Me rascaste la espalda hasta que me durmiera desde que era un bebé y lloraba de angustia por no tener a su mamá biológica cerca, me dijiste que yo podía ser lo que yo quisiera porque era capaz de hacerlo, me permitiste estudiar lo que yo quisiera aunque eso implicara irme a vivir a otra ciudad´, me apoyaste cuando decidí divorciarme sin hacerme sentir que estaba haciendo algo mal, a todo el mundo le decías que yo era tu orgullo, me hiciste sentir inteligente y bonita, pero sobre todo, amada. Fuiste la única que se preocupó por eso.  Y fuiste la única que genuinamente me quiso sin esperar nada a cambio. Yo sé que tú sabías de todo mi amor por ti, y sé que era tu hija del corazón, sé que incluso todo el mundo reconocía ese estatus.

A veces me enojo contigo. Me da coraje que no hayas sido capaz de decir que no, de mandarnos a todos al carajo y dejaras de cargar a toda la familia a cuestas. Me enoja que el cáncer te haya consumido y al final hubiera sido para ti la única salida a ese callejón que significaba hacerse cargo de todos menos de ti misma. Hubiera querido que te hubieras arriesgado, que hubieras puesto un alto, no iba a pasar nada malo, te íbamos a seguir queriendo. Yo te iba a seguir queriendo. Quizá no ibas a tener tanto poder o control sobre todos, quizá algunos se iban a sentir ignorados, ¡pero qué demonios! Ya todos estábamos grandecitos y de algún modo íbamos a poder sobrevivir. Pero ni modo, las cosas fueron como fueron y si en algo puedo honrar tu memoria y aprender de tu legado es no cometiendo los mismos errores, aunque eso implique renegar a parecerme a ti en eso. Pero estate tranquila, quedaron de ti muchas otras cosas en las cuales me parezco y te recuerdo.


Tres años ya. 

sábado, 8 de marzo de 2014

What if...

Hay ciertos momentos, generalmente cuando invade el insomnio que me da por pensar en los "hubiera". Taladra en mi cabeza el what if... y es difícil no dejarse llevar por todas esas posibilidades inexistentes pero que duelen a veces más que las reales. Qué tal que en lugar de haber hecho tal hubiera hecho esto otro, que hubiera pasado si en vez de girar a la izquierda me iba a la derecha, ¿y si hubiera dicho que no? ¿o que sí?

Ayer me pasó. Vi algo en internet, vi lo que alguien contestó, vi con quien estaba relacionado ese otro y ¡BAM! llegué a alguien en quien no quería pensar, porque si bien no había relación directa, sí causó un efecto en mi vida. Y ahí me tienen, siendo las 3 de la mañana y dándole vueltas a algo que no tiene solución y que si la tuviera no se iba a resolver en la madrugada de un viernes. Pero en verdad no la tiene. No la tiene porque no se trata de una acción concreta que hay que realizar, además que pasó ya tanto tiempo que es un pasado inalcanzable.

Y puedo pasar horas, horas llenas de situaciones hipotéticas, respuestas probables, escenarios plausibles. ¿Sirve de algo? no lo creo. Pero es imposible de dejar de hacer. A lo mejor es mi tendencia a creer que puedo controlarlo todo, que yo soy la causante de cada una de los pasos que doy y no es el azar, el viento, el destino o Dios quien me va llevando de aquí para allá, a veces triste y otras veces no tanto.

Lo curioso es que en ningún escenario alternativo encuentro la felicidad. Pienso en qué tal que hubieran sido las cosas distintas con X o con Y, pero en todo caso, no me acaba de convencer ese final. Se que esos escenarios no eran para mí. Y a lo mejor en este momento siento vacío e incertidumbre, pero eso quiere decir que puedo llenarlo con lo que yo quiera, con lo que de verdad desee.

Tal vez la pregunta que sí vale la pena tener entonces en la cabeza, si no muy presente, por lo menos a la mano, es ¿qué deseo? para no ir a tientas. Quizá eso me deje dormir temprano.

domingo, 2 de febrero de 2014

Consideraciones psicoanalíticas en torno al incesto

Transcribo esto a propósito del escándalo surgido de las acusaciones a Woody Allen de abuso por parte de su hija. Es un tema complejo, donde es muy fácil reaccionar y ponerse de uno u otro lado. Si algo me ha enseñado el psicoanálisis es a ver sin juzgar y a entender que en una situación todos tienen responsabilidad, las cosas no son blanco o negro. Esto no significa que quien comete un delito debe cumplir una sanción ni que esté justificando actos que lastiman para toda la vida el desarrollo de la personalidad en pos de "el arte/el artista". El caso es que muchas veces nos olvidamos de que una familia funciona basados en una dinámica muy particular, y así como en las familias con un miembro alcohólico o adicto, todos colaboran en la aparición de ese síntoma, en el caso de las familias donde se comete incesto también sucede algo similar. El siguiente texto es una transcripción de una parte de un capítulo del libro "Madre, Virgen, Puta" de E. Welldon.

LA MATERNIDAD SUSTITUTORIA. ¿LA PUTA COMO SOBREVIVIENTE DEL INCESTO: QUIÉN ES RESPONSABLE?

(...) Los niños que han sufrido abusos sexuales suelen demostrar un comportamiento seductor o sexualmente provocador, es la única forma que conocen para llamar la atención, y es, sin lugar a dudas, la consecuencia secundaria de que se les haya enseñado que se espera de ellos un comportamiento sexual (O. Jones y Bentovim, 1984). La actitud de sabelotodo y su tendencia al autosacrificio, a la ostentación y a la autodestrucción podrían explotarse amargamente en la edad adulta (...) La mayoría de los sobrevivientes del incesto pueden atraer a lo largo de sus vidas parejas sexualmente agresivas o exigentes. 

El poder del incesto a la hora de producir reacciones emocionales exageradas es tal, que los psicoterapeutas podemos llegar a olvidarnos con facilidad de nuestra postura como tales, y por el contrario, tomar partido por una de las partes. La contratransferencia puede verse afectada, ya que nuestra reacción en estos casos tiende a que desarrollemos una completa empatía con la víctima y a situarnos en contra del que lo comete. El incesto tiene enormes dimensiones; las víctimas generan en nosotros sentimientos de posesividad y hacen que nos consideremos muy especiales. Tendemos a ser mucho más comprensivos hacia las víctimas que hacia los verdugos, hasta tal punto que resulta fácil olvidar o ignorar el hecho de que los que lo perpetran hayan podido ser víctimas  también en alguna etapa anterior a sus vidas. Este parecer prejuicioso nos sitúa en una posición parcial que nos impide completamente comprender el fenómeno. 

La importancia de la dinámica familiar para el incesto es tal que no podría exagerarse. No obstante, no siempre se reconoce. La madre no puede reconocer el incesto ya que es incapaz emocional y/o físicamente de responder a las exigencias que se depositan sobre ella como madre que cuida a sus hijos, como esposa y compañera. Se siente demasiado deprimida, indiferente o exhausta como para aceptar sus "obligaciones". En algunas ocasiones, el secreto ha permanecido oculto durante años y años. 

En ocasiones, la hija está inconscientemente en conninvencia con el incesto, no sólo por las demandas de su padre sino también porque responde a la incapacidad de la madre de hacer frente a la situación. A veces se ha convertido incluso en la madre de su propia madre en un esfuerzo por generar intimidad con ella.

El secretismo, ocupa un papel central en esta situación: cada miembro de la familia está implicado, tanto si lo saben como si no lo saben, pero nadie habla del tema. De hecho, una vez que tiene lugar el incesto, es irrelevante que la madre reconozca la posibilidad del incesto o no, si ella lo hubiera podido apreciar desde un principio, el incesto nunca habría tenido lugar. 

La evolución de una situación de incesto atraviesa muchas etapas. Habitualmente comienza con una ruptura enmascarada de la estructura familiar, que quizá no es percibida conscientemente por ninguno de los miembros. Por ejemplo, a  menudo el proceso se inicia con que la mujer se rehusa a mantener relaciones sexuales con el marido, que no se siente adecuado como tal y conduce a una marcada regresión, buscando en sus hijas o hijos no sólo la satisfacción sexual, sino también el calor y la tranquilidad. Estos hombres reaccionan de una forma tan exagerada porque esta nueva situación a menudo les recuerda la pesadilla de sus propias infancias, durante las cuales sufrieron una acumulación de traumas. 

;Muchos pacientes varones que han cometido incesto comentan lo rechazados que se han sentido y cómo esto les ha hecho sentirse empequeñecidos, humillados e inadecuados, de la misma forma que cuando eran pequeños, a causa de una madre posesiva, dominante o negligente. Se siente incapaz de establecer relaciones extramatrimoniales. En estos casos "la solución" parece estar en la seducción de un miembro de la familia, sin encontrar un ápice de cinismo en esta afirmación. 

el incesto influye en una serie de niveles diferentes simultáneamente, en los diferentes miembros de la familia: 
1) Una descarga de las tensiones entre el marido y la mujer. 
2) La satisfacción y la gratificación sexual cuando es fácil obtener y seducir al objeto, o más bien al objeto parcial, siempre de forma muy secreta. 
3) Este secretismo, incluye un grado de reconocimiento y favor especial en la situación de la familia para la criatura en concreto. 
4) Una descarga de intensa hostilidad: la venganza dirigida hacia la mujer ejercida en la persona de "su hija". 
5) El reestablecimiento de algún tipo de dinámica familiar o equilibrio. 
6) La revelación del secreto después de un determinado momento, cuando el incesto deja de ser necesario para la dinámica de la familia. 

Como se ve, el fenómeno es complejo. Repito de nuevo: eso no quita que sea un acto que lastima al otro y como tal, reprobable, pero hay que ver la situación desde todos los ángulos antes de lapidar a una persona y juzgar visceralmente.