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miércoles, 26 de enero de 2011

El otoño del patriarca

Desde hace dos o tres años, mi abuelo ha empezado a deteriorarse. Tiene actualmente 93, así que no se le puede pedir demasiado a la vida, pero hasta hace muy poco, seguía siendo aquel hombre fuerte y recio de mi infancia. 

Mi abuelo tuvo una vida difícil, fue el mayor de 10 hermanos, sólo estuvo en la escuela para aprender a leer y a hacer cuentas porque tenía que trabajar y ayudar a mantener a los que seguían. Antes de su nacimiento, sus papás habían tenido otro hijo, pero murió siendo un bebé. Curiosamente a mi abuelo le pusieron Mariano, como su abuelo, pero también como ese hijo muerto. Las cartas del destino ya estaban echadas. Cuando era adolescente ocurrió un accidente terrible: sus amigos y él jugaban con un rifle y se disparó. Mató a uno de ellos. Él se paralizó de la angustia y no corrió como los otros. Después de eso, nunca volvió a ser el mismo. Tuvieron -toda la familia- que irse del pueblo porque la angustia y la culpa era insoportable. 

Se casó, tuvo hijos. Digamos que tuvo una vida "normal". Pero el fantasma del secreto aquél siempre lo acompañó. Siempre fue desconfiado, suspicaz, poco sociable, incluso un poco sombrío...

Y es ahora, cuando su estructura se está debilitando por la senilidad que reaparecen todas las angustias personificadas en delirios donde hay personas que lo quieren lastimar, que le quieren quitar sus tierras, todo esto junto a una necesidad imperiosa de regresar a su pueblo. 

Es triste. Es triste ver cómo el hombre de hierro que tanto quise y tanto temí ya no está. Él ya se fue desde hace mucho. En su lugar queda una especie de José Arcadio Buendia  al cual tenemos que amarrar a un árbol porque no se puede controlar de otra manera...

"... Cuando estaba solo, José Arcadio Buendía se consolaba con el sueño de los cuartos infinitos. Soñaba que se levantaba de la cama, abría la puerta y entraba a otro cuarto igual, con la misma cama de hierro forjado, el mismo sillón de mimbre y el mismo cuadrito de la Virgen de los Remedios en la pared del fondo. De ese cuarto pasaba a otro exactamente igual, cuya puerta abría para pasar a otro exactamente igual, y luego a otro exactamente igual, hasta el infinito. Le gustaba irse de cuarto en cuarto como en una galería de espejos paralelos, hasta que Prudencio Aguilar le tocaba el hombro. Entonces regresaba de cuarto en cuarto, despertando hacia atás, recorriendo el camino inverso, y encontraba a Prudencio Aguilar en el cuarto de la realidad. Pero una noche, dos semanas después de que lo llevaron a la cama, Prudencio Aguilar le tocó el hombro en un cuarto intermedio, y él se quedó allí para siempre, creyendo que era el cuarto real. A la mañana siguiente Úrsula le llevaba el desayuno cuando vio acercarse un hombre por el corredor. Era pequeño y macizo, con un traje de paño negro y un sombrero también negro, enorme, hundido hasta los ojos taciturnos. "Dios mío", pensó Úrsula. "Hubiera jurado que era Melquíades". Era Cataure, el hermano de Visitación, que había abandonado la casa huyendo de la peste del insomnio, y de quien nunca se volvió a tener noticia. Visitación le preguntó por qué había vuelto, y él le contestó en su lengua solemne:
-He venido al sepelio del rey.
 
Entonces entraron al cuarto de José Arcadio Buendía, lo sacudieron con todas sus fuerzas, le gritaron al oído, le pusieron un espejo frente a las fosas nasales, pero no pudieron despertarlo. Poco después, cuando el carpintero le tomaba las medidas para el ataúd, vieron a través de la ventana que estaba cayendo una llovizna de minúsculas flores amarillas. Cayeron toda la noche sobre el pueblo en una tormenta silenciosa, y cubrieron los techos y atascaron las puertas, y sofocaron a los animales que durmieron a la intemperie. Tantas flores cayeron del cielo, que las calles amanecieron tapizadas de una colcha compacta, y tuvieron que despejarlas con palas y rastrillos para que pudiera pasar el entierro".

3 comentarios:

  1. En casi todos los casos nuestros abuelos tuvieron una vida difícil. Las de los míos lo fueron, con pobreza, secretos, guerras... A mí solo me queda una abuela, que en su día también fue una mujer fuerte, que se fue a trabajar a París con la maleta en la cabeza... Hace año y medio le dio un ictus. Físicamente no está mal, pero ha perdido la cabeza. Es solo una sombra de lo que fue.

    http://tirandodefondodearmario.blogspot.com

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  2. No consuela pero piensa que tu abuelo ha tenido una larga vida, marcada por lo que le pasó de pequeño, pero rodeado por su familia. Que siga así. A mi me queda una abuela que físicamente no se puede valer pero tiene la cabeza mejor que yo. Mi otra abuela, que vivía con nosotros, vivió hasta los 90 años y con la mente súper despejada. Ojalá tengamos la misma suerte que ellas ;)
    http://righttomycloset.blogspot.com

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  3. Mi papá anda en las mismas el es un señor de 79 años y bueno ahora lo inundan los reproches de lo que hizo o no hizo en su vida pero es normal! creo yo, a todos nos llegará ese momento! y tu abuelo pues fue sin querer lo que hizo! un accidente infortunado! Pero xej yo ya no tengo ningún abuelo ni abuela! así que quierelo mucho y disfrutalo!!!

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Porque lo que se habla no se actúa: