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martes, 24 de abril de 2012

Lo que estoy leyendo

... bandadas de palomas que hienden los cielos, mujeres que caminan con peroles de aluminio llenos de leche tibia de la cual se desprende un vapor grueso como nieve, viejas locomotoras d piel de carbón y fanales de luz polvorienta que navegan sobre las estelas luminosas que otras locomotoras ya muertas, ya coronadas con guirnaldas de gardenias, ya olvidadas, ya fundidas y refundidas en los viejos hornos y en las memorias herrumbrosas que trazaron hace tantos años como días tiene el invierno sobre los caminos de balastro de grava de río, grava traslúcida, grava húmeda: y con nuestra dos veces labios undosos, una vez lengua bofa y esponjosa, papilas umbrátiles y campanilla viscosa y ensalivada, y con nuestras mil veces cavernas espléndidas, mil veces venas transversadas y un millón de veces nervios lancinantes: con nuestra boca, con nuestra piel, sentirlas, gustarlas, tocarlas, saborearlas y contarlas; en copos nevados y amargos se desborda la espuma, y con nuestra boca, gustarla, gustar la misma boca que gustó José Trigo aquel día o tarde o noche en que llegó jadeante al furgón de la mujer, perseguido, acosado, pero no por primera vez en su vida, porque alguna vez, cuando muy niño, un hombre lo persiguió por los bosques y alguna otra vez, cuando muy hombre, otro lo perseguirá por los campamentos: el mismo que le azuzó a la muerte esa noche en que llegó al furgón de la mujer y la mujer lo esperaba, desnuda en la bañera de aluminio, con los ojos muy abiertos, y esa vez no mirando a ninguna parte y sí mirándolo a él, a él que miraba los trozos de espuma blanca escurrirse por los pechos, resbalar por la ondulada prominencia de su vientre y licuarse en la superficie oscura del agua, sí mirándolo mirándola, con nuestros dos veces iris constelados, mirándola y deseándola, con nuestras mil veces venas transversadas, deseándola y oyéndola, oyendo el murmullo tumultuoso de su aliento, murmullo no de frío, no de miedo, no de amor y sí simple y sencillamente de estar con él, de sentirlo a él, a un hombre a el hombre; con nuestras dos veces pabellones cóncavos retorcidos; el hombre que trepó al furgón, José Trigo, así lo vio una, una que se bañaba presintiendo, creyendo o queriendo creer que él, José Trigo, habría de llegar pronto y una habría de angustiarse...


José Trigo, de Fernando del Paso

1 comentario:

  1. Soy muy poco lectoras, pero bueno!! leo mucho de asesoria de imagen, moda, el ultimo libro de carmen lomana!! y no esta nada mal.
    Te invito a conocer mi blog.
    http://elbauldeanalu.blogspot.com.es/
    Espero te guste y verte por alli. Besos

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Porque lo que se habla no se actúa: