
En mi ciudad natal vivían una mujer y su hija, que caminaban dormidas. Una noche, mientras el silencio envolvía al mundo, la mujer y su hija caminaron dormidas hasta que se reunieron en el jardín envuelto en un velo de niebla. Y la madre habló primero:
- ¡Al fin! -dijo-. ¡Al fin puedo decírtelo, mi enemiga! ¡A ti, que destrozaste mi juventud, y que has vivido edificando tu vida en las ruinas de la mía! ¡Tengo deseos de matarte!
Luego, la hija habló, en estos términos: - ¡Oh mujer odiosa, egoísta .y vieja! ¡Te interpones entre mi libérrimo ego y yo! ¡Quisieras que mi vida fuera un eco de tu propia vida marchita! ¡Desearía que estuvieras muerta!
En aquel instante cantó el gallo, y ambas mujeres despertaron. -¿Eres tú, tesoro? -dijo la madre amablemente. -Sí; soy yo, madre querida -respondió la hija con la misma amabilidad.
¡Uy, yo tampoco conocía este texto. Está muy intenso y doloroso!... ¡Me gusta!
ResponderEliminarEs un cuento sanador para quien le resuene. Namasté
Eliminarorale!!! sta genial el texto!! gracias por compartirlo marianux!
ResponderEliminarevame
La cruda sinceridad, bendito inconsciente! Muy bueno
ResponderEliminarIntenso, cierto.
ResponderEliminarMás bien: intenso y cierto.
muy cierto
ResponderEliminarEs extraño(y socialmente negado) ese amor-odio que existe entre las madres y sus hijas.Nunca, ninguna hija es lo suficiente buena, bonita o perfecta(a concideracion de la madre); y aunque la hija no lo confiese le guarda un gran rencor por ello.
ResponderEliminarSi, este es un conflicto transgeneracional. El cuento es una bella metáfora para sanarlo.
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