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lunes, 11 de octubre de 2010

Crónica del día

Hoy ha sido un día complicado. Después de salir con los ojos hinchados y el corazón apachurrado de análisis, llegué a dar la primera de mis clases. La materia es "psicoterapia de niños" y estamos revisando las distintas corrientes teóricas para el trabajo con pequeños. Y al equipo correspondiente le tocó realizar una dinámica. Ésta consistía en decir cómo se sentían y porqué. Hasta ahí todo bien, creí que todos iban a decir "estoy bien", "hace calor", "me siento estresado por los exámenes", "siento comezón"...

Parecía que estaban esperando que alguien les preguntara cómo se sentían porque todos comenzaron a hablar de conflictos y situaciones bastante duras en sus vida cotidiana. Mucho dolor, mucha tristeza, coraje, resentimientos, confusión, caos, culpa, miedo, decepción. Cada uno con su pesar a cuestas. Todos tratando de vivir a pesar de ello. 

Fue sorprendente para mí. No estaba preparada para ponerme, de golpe y porrazo, en el papel de contener todos esos sentimientos puestos ahí, al centro del salón. Hubo que contener, cerrar, neutralizar un poco ese dolor con la esperanza de la capacidad de cada uno de zurcir y remendar sus propias roturas, o por lo menos de lamerse las heridas y seguir caminando. 

No cabe duda que todos vamos por ahí con nuestos esqueletos a cuestas, en la cajuela, en la bolsa del pantalón, en la mochila. Y todos nos esforzamos por funcionar pese a ello. A algunos les saldrá mejor que a otros, a otros no les quedará mas que dejarse llevar por el desborde y ver en dónde los deja varados el temporal para poder arrancar de nuevo. 

Esto me dejó, además de un dolor de cabeza inmenso, la plena conciencia que todos tienen algo que nos duele. Entonces ¿por qué yo habría de ser distinta?

1 comentario:

  1. Ciertamente, la mayoría tratamos de funcionar como mejor podemos. Algunos incluso leen poesía ;)

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Porque lo que se habla no se actúa: