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miércoles, 15 de diciembre de 2010

Cosas que debería aprender de la vida

Es un hecho. No importa cuántas veces pase. Es una actitud que nunca, pero nunca falla. Me refiero a la actitud de damisela en desgracia. Basta comenzar a poner ojo Remi y lloriquear un poco para que de algún lugar salga alguien con espíritu de príncipe valiente con la espada desenvainada, listo para combatir al más grande dragon que amenaza a la gentil damita.

Aunque todo el drama sea porque se le partió una uña o porque no puede abrir la puerta o porque sabe dios en qué nuevo lío se metió (por enésima vez, claro está). No importa. Tal parece que en el código genético masculino quedan restos de aquel cavernícola que tenía que defender a los más débiles de la tribu.

Y quien desde afuera percibe lo que está pasando, y se da cuenta de todo (o sea YO) sólo hace un chasquido con la lengua, diciendo: "¡¡¡¡por favor!!!". Porque es tan obvio el manejo que se hace de la preocupación y la compasión de los demás, que resulta manipulación, muy velada, pero manipulación al fin y al cabo. 

Será que me gano la vida desenmarañando intenciones ocultas, dobles mensajes, secretos indecibles. Será que a mi no me sale. Pero cada que veo que algo así pasa me enojo. Lo peor es que cuando le digo al susodicho-víctima-creyéndose-rescatador lo que me parece que pasa, me ve con mirada de "malvada bruja, seguramente fuiste tú quien mandó ese dragón", quedo más mala que Bob Patiño...

Quizá simplemente sea envidia. A lo mejor es lo que yo quisiera: bajar mis espesas pestañas y lograr que alguien caiga rendido a mis pies, se quite el saco y lo tienda para que no me manche de lodo mis bellas zapatillas. Lo malo es que por alguna razón yo soy más bien quien siempre trae preparada la espada para resolver cualquier obstáculo, llámese dragón, hiedra venenosa, bruja malvada... no estoy acostumbrada a esperar que alguien resuelva mi existencia aunque en el fondo, muy en el fondo, fantaseo con que eso pase. Sin embargo, he aprendido que la vida no es así. O me muevo o me hundo en el pantano. Y hasta ahora, me ha salido el negocio.


No me quejo. Solo que a veces quisiera repartir una que otra manzana envenenada... sólo para que chillen por algo...

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