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miércoles, 10 de febrero de 2010

DESESPERANZA



Desesperanza significa que ya no tenemos el coraje de mantener nuestra fantasía de una pieza. Quizá sigamos deseando mantenerla, anhelamos tener un suelo fiable y cómodo bajo los pies, pero hemos intentado mil formas de ocultarnos y mil formas de atar los cabos sueltos, y el suelo bajo nuestros pies sigue moviéndose. Tratar de conseguir una seguridad duradera nos enseña muchas cosas, porque, si no lo intentamos, nunca nos daremos cuenta de que no se puede hacer. Orientar nuestra mente hacia el dharma acelera este proceso de descubrimiento. Cada vez volvemos a darnos cuenta de que no hay esperanza posible: no podemos ponernos ningún suelo bajo los pies.

La diferencia entre el teísmo y el ateísmo no es si uno cree o no cree en Dios, y es aplicable a todo el mundo. El teísmo es una profunda convicción de que hay una mano a la que agarrarse: si hacemos las cosas adecuadas, alguien nos apreciará y cuidará de nosotros. Implica pensar que siempre habrá una niñera disponible cuando la necesitemos, y así tendremos a abdicar de nuestras responsabilidades y a delegar nuestra autoridad en algo externo a nosotros.

El ateísmo es tomar plena conciencia de que no hay ninguna niñera con la que puedas contar, porque cuando consigues una buena niñera, al poco tiempo se va. Toda la vida es así. Esa es la verdad, y la verdad resulta incómoda.

Renuncia a la esperanza de que nuestra experiencia podría ser diferente y renuncia a la esperanza de que podríamos ser mejores. El verdadero objeto al que renunciamos es la tenaz esperanza de que se nos puede salvar de quienes somos. La renuncia es una enseñanza que nos inspira a investigar lo que nos está ocurriendo cada vez que nos aferramos a algo porque no podemos soportar enfrentar lo que viene hacia nosotros.

Abandona la esperanza...


Pema Chodron

5 comentarios:

  1. Muy interesante. Lo que propone es una forma del nihilismo activo.

    Abrazote!

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  2. pero... como vivir sin esa esperanza? así es la vida, creas falsas expectativas y vives "bien" un tiempo... luego caes en la realidad y te das cuenta que nada se parece a lo que creías, aferrarte es vendar los ojos ante tal realidad para seguir alimentando esa esperanza que de alguna manera te abraza para no dejarte caer en el abismo y cubrirte del temor a la soledad o quizá la desnudes... te desilusionas... pero después vuelves a empezar, no tardaras en encontrar otro objeto del cual asirte para refugiarte de tus propios demonios... que hacer? como vivir la realidad sin crear falsas esperanzas? existe algún mecanismo que te permita mantenerte alejado de los fantasmas y las expectativas erróneas?

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  3. ¿Por qué buscar ese objeto que te salve? ¿Por qué tanto miedo a estar contigo mismo? El peligro de las esperanzas (mejor dicho: el exceso de esperanzas, pues en realidad pensar que mañana saldrá de neuvo el sol ya es un tipo de esperanza) es que te hacen dependiente. La teta de mamá se prolonga con Dios, con la pareja, con el gobierno, etc. Si renuncias a las esperanzas, quedas solo, desvalido en el mundo. Es en este punto que, sino te arrojas a actuar, te mueres.
    Muchas veces las esperanzas te convierten en un giñapo que no actua, en una plasta de las circunstancias. El mecanismo es demoler los cimientos de la casa vieja hecha de esperanzas poco firmes. Y luego constriur la casa con cimimientos firmes de no-esperanza. En ese proceso, me imagino, se ha de pasar mucho frio y miedo.

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  4. confiar sin confiar? no esperar nada más que de uno mismo? Pero, ciertamente: ¿se podrá? No lo sé. Creo que es inherente al ser el esperar que hay algo más allá de nosotros, esa ilusión de una mano protectora y también a quien echarle la culpa, (ll{amese como quiera llamarse) que resolverá y calmará nuestras ansiedades. ¿Que si eso es bueno o malo? Tampoco lo se.

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  5. Síp. En realidad es irrealizable vivir sin fes. Nuestro mundo es una gran fe. Pero, sin embargo, la propuesta, en su radicalidad, creo que en el fondo que busca reducir un poco la esperanza, sin matarla. Es un viejo tema Niesztcheano: dejar de apostar tanto a los Dioses y a sus sombras apestosas y actuar.

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Porque lo que se habla no se actúa: